El aspecto y la impresión

Hace relativamente poco (el año pasado), acudí a una feria del libro de pequeñas editoriales y autoeditados en Murcia. Comimos entre colegas y nuevas amistades, y dimos un par, o tres, o cuatro pares, de vueltas a los mismos puestos, por eso de ir descubriendo, en cada viaje, algo o alguien nuevo que no habías visto en la ida o vuelta anterior.

Sé que soy una persona difícil y tengo mis gustos particulares, en el caso literario, los tengo y demasiado arraigados. De momento soy lo que habéis leído de mí. Y soy consciente, también, de que a menudo, la imagen que uno proyecta en los demás, ya sea por el aspecto o la actitud, no siempre corresponde con lo que eres. Depende de muchos factores en los que no voy a entrar ahora, porque esto no es un tratado psico-social.

Iba con mis pantalones cortos, pues era principios de octubre pero hacía un bochorno terrible, que me tenía bastante atontado y con desgana. Cargar un libro y dar un paso, eran, para mí, un trabajo fuera de lo deseado. Pues bien, portaba también mi camiseta de gato samurái, una que veo mucho por ahí, de una conocida cadena de tiendas. Rara vez uso ropa con esos motivos, porque es una camiseta muy friki, lo reconozco. Todos los que componíamos el grupo subimos de los 40, y creo que encajamos en ese aspecto friki antes mencionado. De hecho, he tenido una tienda de cómics. Pero claro... Quizá mi fachada engaña.

Había mucha gente con pinta de juegos de rol, de leer cómics, de ver películas de terror... Es algo normal y común. La ropa y la imagen dicen mucho de lo que eres y lo que quieres transmitir. Pero creo que lo estoy haciendo mal, porque no me reconozco en ese perfil. Hace tiempo que no. Y admito que pueda dar esa impresión. Digo esto porque un muchacho, un escritor en una de las paradas, me habló al pasar por delante de sus libros: "¿Te gusta la fantasía, la magia, al estilo de X autores?" Algo así me preguntó, y no recuerdo bien a quién mencionó. La respuesta que me salió del alma fue la verdad: "No, no me va ese estilo, gracias". Y quedó con una cara de frustración que incluso me sentí mal.

Uno de mis acompañantes (lleva lo friki en su nombre artístico), me dijo inmediatamente que le nombré el suceso: "mira con quien vas, y mírate la camiseta. Te ha confundido, probablemente, con alguien a quien le gusta leer ese tipo de libros, porque tu aspecto encaja". 

En mi defensa diré que desde mucho antes no me gustaba la fantasía que ahora se lleva tanto: magia, clanes opuestos, romances entre protagonistas, bien contra el mal... Solo El Señor de los Anillos es, creo, la única obra que he leído de ese estilo, y la única que me gusta (por ahora). No me hagáis meterme en otros berenjenales. A decir verdad, detesto ese género. Tan masivo, tan ostentoso, con esa marabunta de seguidores enquistados. En fin, una moda que pasará, espero. Y que conste que me da igual que se escriban estas historias, y que se lean. Pero no, gracias: ni con un palo. Y todavía menos si me lo vendes como imitación de fulanito o menganita.

Esta reflexión la sigo teniendo hoy. Si aparento lo que no soy realmente, o me mezclo con una tribu urbana concreta es porque, en el fondo, lo soy, con mis propias normas. Pero que no os engañe mi apariencia. Que no os engañe para adivinar mi narrativa o gustos literarios. Nada tiene que ver con las corrientes actuales, aunque alguna vez, en algún cuento, haya caído en esa trampa. 

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