Narrativa con estilo

Cuando me pongo a escribir, la mayoría de las veces me viene una inspiración automática. Es decir: no pienso directamente en qué me inspiro, lo hago inconscientemente. O simplemente no me inspiro a propósito, sin más. Cada cual tiene su método, o lo hace de la manera más natural.

De lo que no me cabe duda, es que la mente nos juega malas pasadas, y sin desearlo intencionadamente, estamos limitados a nuestras experiencias, opiniones, sensaciones y traumas. La visión del mundo, de la realidad o, simplemente, de los demás, es el caldo de cultivo extra que entraña ese sabor único que dota de personalidad a nuestro estilo, tanto narrativo como de lo que construimos. Por esa razón, cuando leo un texto de autores actuales que parece copia de una copia de aquello que leí hace veinte años, de un autor de mediados del siglo XX, que luego un director plasmó en una película en la década de los 90, y que ha tenido un revival en una colección de cómics del año pasado... Ya sé que está vacío, sin personalidad. Imaginad por un momento que abrís vuestro correo electrónico, y tenéis varios mensajes. Todos en un estilo similar, frío, vacuo y sin sentimientos. Esto es lo que me transmiten cierto tipo de novelas, de las que me aparto con verdadero terror. Y es fácil reconocerlas.

Empezar no es fácil, pero leer, impregnarse de obras clásicas y contemporáneas, sin tener en cuenta las ventas, y buscar siempre el verdadero disfrute en lo que lees, considero que es lo importante para un escritor. Porque, como digo siempre a mucha gente que me pregunta, para mí, el disfrute de la lectura está en el estilo del autor, no tanto en lo que me cuenta. Cada construcción sintáctica y gramatical es puro arte y personalidad.

No dudéis si lo que veis en mi narrativa no tiene nada que ver con lo que he dicho antes. La obra de cada uno la juzgan los demás. En realidad, prefiero que lo hagan. A fin de cuentas, solo unos pocos me colocarán en sus estanterías.