El odio a leer: la excusa de siempre

No es nuevo que padres de niños y adolescentes lleven décadas diciendo eso de: "no se puede obligar a leer a los jóvenes en la Educación, si no les gusta".

Lo he escuchado incluso de profesores y personas relacionadas con los libros, las editoriales, la lectura. También es verdad que se han romantizado en exceso los efectos de leer, desde los medios y los influyentes de hoy en día, como si fuese algo obligatorio. Y para aprender, en ocasiones, no hay más remedio que leer lo que interesa (quizá pueda verse o escucharse, dependiendo del tema, oficio o carrera).

Sin embargo, también es una exageración penalizar a quien no le guste leer, o lea poco, o lea tonterías. El caso es leer. Pero si esa persona no lee otra cosa es porque no quiere. Caso perdido. Dejémoslo ahí. Puede que tenga otras virtudes que pueda explotar, sería lo mejor.

No he venido aquí a juzgar a estas personas. Dicho esto, voy al grano: el odio a la lectura. Digo odio porque eso es lo que parece. Y en las escuelas, desde hace muchísimo tiempo, se vienen recomendando lecturas absurdas, más relacionadas con la actualidad y cultura de los chavales. Libros de ratitas presumidas, de ídolos del fútbol. No digo que no esté bien. Pero hay otras cosas. Y aquí viene lo peor.

Es que leer El Quijote es aburrido; Es que no gusta; El Siglo de Oro español no es el tipo de lectura de los niños o los jóvenes; Es que tienen otras asignaturas; No se les puede obligar; Si les obligan, le cogerán manía.

Y más joyas como estas. Dejadme deciros una cosa. No hay que leerse el libro entero. Se puede aprender con fragmentos y explicaciones del profesor. Estudiar Literatura no es leerse toda la biblioteca cada curso. Y además, ¡oh, sorpresa! Es una ASIGNATURA, como lo es Matemáticas. ¿Acaso se libran los niños de estudiar Matemáticas solo porque no les guste? ¿Tienen que tragar? Pues traga. Como todos hemos tragado, y no hemos sufrido. Claro que yo vengo de otra época donde era normal seguir un Plan de Estudios para todos, nadie se moría por leer a Miguel Delibes o a Shakespeare en el colegio, ni La Celestina o Arturo Pérez-Reverte en el instituto. Este parternalismo excesivo que atonta a los niños, arropado por padres y profesorado solo conseguirá idiotizar más a los futuros adultos. Y no precisamente por no leer literatura, sino por no conocerla, no saber analizarla, no saber pensarla. 

Al fin y al cabo, estamos aquí para pensar, digo yo.

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